Muchos recurríamos a los molotes de calcetines para jugar pelota. Las bolas de plástico o de tripa de coche también eran populares, pero más populares eran las “canchas” donde nos echábamos las chamuscas.
De puro lodo y con algo de piedrín para darle un toque rudo, los campos se hacían en el callejón, a media calle, la banqueta, un terreno valdío o la verdadera cancha municipal. Porterías de piedras o con el suéter del que nunca quería jugar; esos lugares eran el punto de reunión de niños y hasta adultos.
Cuando uno estaba aburrido y quería divertirse, a la hora del almuerzo en el chance o simplemente para olvidar las penas, las chamuscas frecuentemente eran la solución. Así que ahora, para olvidar las penas, los que puedan y quieran: ¡A echarse un chamuscón Pérez pues!