A travéz de un camino de terraceria que corta la montaña, rodeado de árboles y paisajes por demás asombrosos por los que se puede ver el lago de Amatitlán. Nos dirigimos al Parque Calderas, que está situado en el kilómetro 52 de la carretera al Volcán de Pacaya. Para llegar atravezamos varios poblados, en San Vicente Pacaya nos topamos con la última gasolinera y aprovechamos para pedir direcciones. Nos sugieren con una sonrisa visitar el Museo de Vulcanología que está a pocos metros de la estación de servicio.
No lo dudamos y hacemos la primera parada del viaje para enterarnos mejor de dónde estamos. La información que nos brinda Sandi Mejicanos, la encargada del museo aumenta nustro interés de conocer más. Y es que el volcán tiene su historia. Hay datos que cuentan de las primeras erupciones, estas están relatadas en el Popol Vuh. Pero el primer dato certero es de la de 1965. Aunque tal véz es la erupción de 1998 cuando el volcán llenó de ceniza la ciudad. No queremos demorar mucho nuestro destino, así que continuamos.
La carretera nos deja ver entre el bosque una enorme nube blanca, es la estación Termoeléctrica Calderas. Estamos cerca. Empezamos a descender hasta llegar a orillas de la laguna. Allí, nos encontramos con Enrique Arias, el encargado del Parque Calderas. Enrique nos cuenta que el lugar ofrece muchas actividades como paseos a caballo o en balsa, rappel de muro y caminatas guiadas a travéz del bosque. Pero es el canopy lo que nos llama más la atención.
No hay limite de peso, se puede realizar desde los dos años y medio y el récord de edad en Calderas lo impuso un hombre de 85 años. ¿Si él pudo, por qué nosotros no? No hay más dudas, empezamos a prepararnos para uno de los recoridos más emocionantes de nuestras vidas. Un arnés, guantes especiales que harán de frenos y cada vez más ganas de empezar. Estamos listos.
A lo largo de poco mas de medio kilómetro y suspendidos en un cable de acero a alturas de entre 23 y 12 metros podemos viajar disfrutando de la impresionante vista del bosque húmedo del lugar. El viaje completo nos lleva por ocho estaciones en medio de un tupido bosque en el que se pueden escuchar diferentes aves y ardillas que miran con curiosidad a quienes se deslizan a toda velocidad uitilizando las poleas.
El viento en la cara, la tensión en los brazos y la vista del barranco boscoso por el que vamos solo aumenta la emoción del recorido que incluye descensos en rappel. Nos quedamos con ganas de otra vuelta. Pero vimos los columpios gigantes o “hig swings�? y nos decidimos a probar. Desde el punto más alto se pueden ver a quienes empiezan el recorido en el canopy.
El tiempo se nos pasó volando, regresamos con Enrique quien nos comenta que el parque está abierto sin horario específico, cuando alguien quiere ir, se abre. Tienen capacidad para poco más de 400 personas y los precios dependen de los paquetes que van desde el completo de Q150, pasando por el de Q100 en el que el recorido es más corto hasta el de Q75 que nos da acceso unicamente a la laguna. No cabe dudas de que el viaje vale la pena. ¿Quién se apunta para la siguiente expedición a Calderas?
Tenemos algunas fotografías y panorámicas para conocer mejor el parque.