Los guatemaltecos vivimos entre críticas, psicosis colectiva, desconfianza, mediocridad, conformismo, violencia y corrupción. Pero también vivimos entre una mayoría de guatemaltecos buenos, entre esperanza, sueños y un incomparable legado divino de historia, cultura y recursos naturales.
El pasado conflicto armado interno (entre un ejército dirigido por dictadores y la guerrilla que pronto perdió de vista su ideal); el presente conflicto armado interno (dirigido por narcotraficantes, políticos corruptos, empresaurios de derecha y pseudo-rebeldes de izquierda)…
Todo lo anterior ha marcado nuestra cultura derrotista y resentida, criticona y sin propuestas, desconfiada pero manipulable; y debe terminar ya. Estamos frente a un desfiladero así que antes de dar el gran paso que todos deseamos, lo ideal es cambiar de dirección, una dirección más conciliadora pero no conformista con la impunidad.
Recientemente, el escritor argentino Juan Gelman recibió el Premio Cervantes de la literatura y en su discurso de agradecimiento expresó estas sabias palabras, que deben guiarnos en un cambio de dirección:
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“Dicen que no hay que remover el pasado, que no hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas heridas.
Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas. Laten en el subsuelo de la sociedad como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad. Y luego, la justicia. Sólo así es posible el olvido verdadero.”
¿Qué opinan ustedes?, ¿Debemos olvidar y ver hacia adelante? o ¿Hay que luchar incansablemente hasta ver tras las rejas o bajo tierra a los causantes de tanto dolor a un pueblo entero?