Les vamos a contar otro buen chiste de Guatemala.
El pobre hombre se pegó un gran pencazo contra un camión de carga…
Semanas después, se encontraba este guatemalteco en el juzgado siendo cuestionado por un abogado:
– “Usted, en la escena del accidente aseguró estar bien”
A lo que el don respondió:
– “Sí hombre, pero mire pues, es que yo acababa de subir a la Tencha, mi vaca preferida, al…”
El licenciado inmediatamente replicó:
– “¡Momento! Nadie le preguntó ningún detalle, simplemente conteste la pregunta: ¿No dijo usted en el lugar del accidente que se encontraba en perfectas condiciones?”
Y de nuevo respondió el señor:
– “¡Púchicas con usted hombre! Pérese que le estoy contando que yo acababa de subir a la Tencha a mi carro y ya iba manejando por la…”
El licenciado interrumpió furioso nuevamente y dirigiéndose al juez exclamó:
– “¡Señor juez! Intento comprobar el hecho de que este señor aseguró estar bien y sin heridas cuando el policía que se apersonó a asistirlo le consultó cómo se sentía. Ahora, varias semanas después, resulta que le quiere cobrar a mi cliente un montón de supuestos gastos médicos, ¡Esto es un fraude!”.
Para entonces, la curiosidad ya había invadido al juez, que estaba tan interesado en la famosa Tencha como para permitir al don que contara la historia completa.
El pobre señor, impaciente por contar la historia prosiguió:
– “Va, mire pues don juez, la cosa fue así. Yo acababa de subir a la Tencha al carro para irnos, iba manejando re tranquilo ahí por Cuatro Caminos y todo, cuando de repente veo ese gran armatoste que venía rebasando en curva y le pega el gran mameyazo a mi carro con todo y la Tencha encima. Yo salí volado y terminé encunetado todo hecho pozol y de la Tencha, ni le cuento. Hecha pedazos quedó la pobre, aunque aun mugiendo del puro dolor. En eso se acercó un chonte que quiso ayudar y primero fue con la Tencha, cuando le preguntó a la Tencha si se sentía bien, la tencha mugió re duro usté. Entonces el chonté sacó su pistola y le pegó un plomazo a mi querida Tenchita. Después empezó a caminar para donde estaba yo tirado, y me preguntó si me sentía bien… ¡Púchica don juez, dígame! ¿Qué le hubiera contestado usted?
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