La cocina de Doña Elena González de la zona 1, cambia a finales de octubre: se llena de colores vivos, olores dulzones, avinagrados. Los espacios antes vacíos albergan ollas, coladores, pyrex de todos los tamaños.
“Es por el fiambre, los pedidos son varios los recibimos las dos primeras semanas de octubre para saber cuánto ingrediente se debe utilizar”, comenta.
Este platillo es parte de la tradición del país, desde hace más de 400 años; mestizo porque combina el producto de la tierra guatemalteca con la técnica de los embutidos. Los historiadores explican que algunos escritos de monjes franciscanos y dominicos lo mencionan entre el año 1595 y 1625.
En la parte central del país el fiambre es colorado, por el encurtido de remolacha que cubre con este color la verdura. En la región nor-occidental como Quiché y Quetzaltenango es agridulce o es preferido el fiambre blanco, en la región oriental es diferente ya que la verdura y los embutidos están separados.
Uno de los atractivos de este platillo multicolor, es que reúne a las familias, por lo cual la tradición no se ha perdido y continuará mientras más jovenes y niños conozcan la historia y se involucren en los preparativos.