Seguramente, cuando mi hija y los hijos de muchos patojones de mi época crezcan, serán otro tipo de añoranzas y recuerdos los que tendrán y serán lo máximo para ellos, pero para nosotros, los que vivimos nuestra infancia en los sesenta, setenta y ochenta, los recuerdos tienen un sentido muy especial.
Esta vez quiero hablarles, muy especialmente, de los “aromas de nuestra infancia” (los agradables claro)…
A las tres de la tarde, pasar por la panadería de mi barrio era un deleite, sentir esos aromas a pan recién horneado, e imaginar un francés con mantequilla, una champurrada calientita y tostadita, una lengua o una campechana, era de entornar los ojos.
Creo que no era exclusivo de mi casa ni de mi cuadra, mucho menos de mi colonia, pero como a las 6 de la tarde, que salíamos a comprar las tortillas se sentía un delicioso olor a cebolla frita, preludio a unos exquisitos frijoles colados para la cena, con crema o queso fresco, y tortillas calientes salidas del comal de barro y cocinadas con leña, no como los actuales. Y qué decir del aroma a café hervido que salía por las ventanas.
Los olores han marcado mi niñez y mi vida. Un agradable olor, significa que lo que huele tan bien, es algo maravilloso a mi paladar y me trae recuerdos de mi infancia tan feliz.
¡Ay, mis tiempos!… otro momento era cuando en la escuela nos acercábamos a la tienda, a la hora del recreo y nos llegaba el olor del mango verde recién pelado y en bolsitas, listo para recibir el limón, la sal, la pepita y el chile para los y las valientes.
Quién no salió alguna tarde de domingo o de cualquier otro día, con su familia a degustar un delicioso atol de elote y sintió el aroma inundar su nariz, cuando las señoras levantaban las servilletas y destapaban las ollas humeantes; o el aroma de las tortillas con chicharrón, las dobladas y los tacos, friéndose en los comales alimentados por leña.
Cuántas veces no levantábamos la cabeza y respirábamos profundo para sentir el aroma de la carne asada que venía de alguna casa vecina.
Hay tantos aromas que he olvidado, pero cuando vuelvo a sentirlos, inmediatamente, me transportan a mi niñez, algunos no sé exactamente qué me recuerdan, pero no cabe duda que ese aroma dice: “Mi infancia, mi casa, mi Guatemala”.